“Ceremonia” es una poderosa y emotiva exploración sobre el relevo generacional y la sensación de obsolescencia que puede provocar la juventud, todo articulado a través del lenguaje universal de la música.
Protagonizada por una magistral Johanna Murillo, la película narra la historia de María, una directora de orquesta que atraviesa una profunda crisis personal y profesional. Sintiéndose estancada y cuestionando su vigencia artística, María se enfrenta a sus propias nociones de éxito, al miedo al fracaso y a la duda sobre si ya ha dado todo de sí misma.

Para encarnar este complejo personaje, Murillo se preparó durante más de un año, estudiando dirección orquestal y realizando un intenso proceso introspectivo sobre lo que el éxito y el fracaso significan en su propia vida. El resultado es una actuación contenida, emocionalmente precisa y profundamente expresiva; su mirada, en muchos momentos, dice más que mil palabras. Destacan especialmente las escenas junto a Fernando Cattori, que se convierten en verdaderas joyas actorales por su honestidad y carga emocional.
La película está estructurada como una presentación sinfónica: dividida en actos y cuidadosamente montada, va creciendo en intensidad hasta alcanzar un conmovedor crescendo final. Es una experiencia sensorial donde el silencio, el sonido y la música tienen un peso protagónico, prescindiendo de largos diálogos para permitir que la atmósfera y las emociones hablen por sí mismas.
La fotografía es otro de sus grandes logros: espectacular, precisa y cargada de simbolismo, está a la altura del diseño sonoro y del nivel técnico general de la producción. Todo está milimétricamente cuidado, conformando una verdadera orquesta tanto frente como detrás de cámaras. “Ceremonia” es, en ese sentido, una película que se disfruta plenamente en pantalla grande.
Más allá de su propuesta estética, la cinta ofrece una profunda reflexión sobre el paso del tiempo, el fracaso, las pequeñas victorias, y el inevitable relevo generacional. Con sensibilidad y contundencia, habla de lo que significa sentirse estancado, de la presión por seguir vigente y del poder transformador del arte como medio para confrontar nuestras propias crisis.