En cuanto inicia la película, Mika y Daniel se roban un gato con la intención de venderlo y ganar mucho dinero. Pero el gato no es cualquier gato: es un ganador de premios, protegido con un sistema de rastreo y asegurado por una suma de dinero ridículamente alta. Las cámaras de seguridad del dueño del felino alcanzan a fotografiar las placas del auto en el que ambos viajaban al cometer el secuestro gatuno, y al poco tiempo son detenidos. Ahora se les ha concedido un periodo de solo unos meses para demostrarle al juez que pueden enderezar sus vidas, conseguir un empleo fijo y convertirse en miembros respetables de la sociedad; de lo contrario, acabarán en la cárcel.
Este desencadenante nos abre las puertas de la vida de ambos amigos, que comparten casa y una rutina tambaleante en la que la incertidumbre los aqueja: uno trabaja en una cadena de comida rápida y el otro es ladrón de profesión. Pero a esa edad, la vida es simple; siempre hay tiempo para pasarla bien, relajarse y consumir drogas a toda hora. Ahora, con la amenaza de ser apresados, tendrán que encarrilar sus caminos para evitar perder la libertad que tanto aprecian.
Pero no hay muchas ofertas de empleo para personas con una reputación como la de ellos, por lo que tienen que convencer a otro de sus amigos de contratarlos para hacer el trabajo que nadie quiere: limpiar residuos nucleares. Enfrentándose a condiciones laborales cuestionables que amenazan con poner su vida en riesgo, lo que promete ser una historia entrañable sobre amistad y perseverancia pronto empieza a transformarse en un drama más profundo, sobre todo ante la incapacidad (o el desinterés) de Daniel en cambiar su comportamiento y tomar en serio el nuevo estilo de vida que deben adoptar, todo causado por su adicción y su inmadurez. Mika tendrá que tomar decisiones que podrían cambiar por completo el rumbo de su vida.

Meteors, del cineasta francés Hubert Charuel, tuvo su estreno mundial en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes 2025. Es una historia contada de forma clásica, con todos los elementos de una narrativa elegante y conmovedora, que nos lleva por escenas de una Francia rural que, apartada de la vida de las metrópolis, ve nacer relaciones sencillas pero complejas entre las personas que en ella habitan. En cada evento que se presenta ante ambos personajes, nos encontramos con debates sobre los límites de la amistad, sobre cómo esta nos puede aferrar al pasado y bloquear nuestra capacidad de transformarnos, de ver al otro, y del inevitable momento de reconocer cuándo una persona se ha vuelto un problema en nuestras vidas. ¿Cómo resolver los cambios que el tiempo provoca inevitablemente en los demás y en nosotros mismos?
El director nos invita a sentir la frustración, el enojo, la impotencia, el peligro, el estrés… todas las tensiones que se interponen no solo entre Mika y Daniel, sino también entre quienes deciden ayudarles, sumando más y más elementos a una anécdota que culmina con un evento inesperado y difícil de creer. Este desenlace desentona con la forma de narrar más clásica y sensata del resto del filme, pero ya será decisión de cada quien si se deja llevar y abraza las emociones que esto puede provocar, o pone un gran signo de interrogación y espera a que caiga el próximo meteorito del cielo.