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Flamingo Camp: comunidad queer, desierto y resistencia afectiva en los márgenes – Raindance 2025

Presentado en Raindance 2025, Flamingo Camp retrata un año en la vida de una comunidad queer que construye su propio refugio en el desierto de California. Entre arte, afecto y resistencia, el documental revela un espacio donde habitar el mundo con libertad se convierte en un acto político y vital.

Encontrar un espacio seguro no es tarea sencilla. Mucho menos cuando hay que hacerlo a contracorriente de un sistema que insiste en no reconocer quién eres. Para quienes viven el rechazo por su identidad o expresión de género, la búsqueda de un entorno habitable, afectivo y libre puede volverse una necesidad urgente, incluso vital. El documental Flamingo Camp (2025), presentado en el Festival de Raindance, retrata con intimidad esa búsqueda: la de una comunidad queer que ha levantado su propio refugio en los márgenes más extremos del mapa.

Ubicado en el desierto de California, dentro del terreno autogestionado de Slab City —un asentamiento sin servicios ni autoridades, pero con una historia de comunidades alternativas—, Flamingo Camp documenta un año en la vida de un grupo que se sostiene desde el afecto y la colectividad. Liderado por Nova, una figura carismática y protectora, este campamento se convierte en un espacio de resistencia para quienes han sido expulsados por sus familias o sus comunidades. Ahí, lejos de los códigos binarios y normativos, se construye una cotidianidad que apuesta por el arte, el cuidado mutuo y la posibilidad de habitar el mundo con libertad.

La propuesta del documental es clara: observar sin intervenir. Durante el invierno, cuando las condiciones permiten la vida en el desierto, la cámara sigue de cerca las rutinas, los proyectos y las conversaciones íntimas de quienes integran Flamingo Camp. Poco a poco se revela un entramado de historias personales marcadas por la exclusión, pero también por una enorme capacidad de reinvención. La dirección opta por el silencio antes que por la voz en off, y por la observación cuidadosa en lugar de la intervención; para al final, con respeto y de forma natural, insertarse en la propia vida del campamento y habitar en su comunidad.

Pero cuando el verano se aproxima y las temperaturas se vuelven insostenibles, el documental toma otro rumbo. Slab City, con su falta de regulación, atrae también a otras personas que no siempre respetan los límites de convivencia. Los habitantes queer del campamento deben enfrentar entonces una tensión constante entre la necesidad de protección y el deseo de seguir existiendo en libertad. A medida que el grupo se reduce, la amenaza crece y se hace más palpable. La película documenta este giro capturando el desgaste emocional de quienes permanecen en la zona.

El guion —construido a partir del montaje y de entrevistas testimoniales— logra trazar un recorrido emocional muy claro. El año en el campamento se siente como una curva que va de la esperanza a la fragilidad, pasando por la fiesta, la tristeza, la tragedia y la reflexión. Hay un evento trágico que atraviesa la segunda parte del documental, una herida que transforma la vida de Nova y de quienes la rodean. La película no la dramatiza en exceso, pero tampoco la oculta: simplemente la observa, la acompaña, la deja respirar.

La fotografía es otro de los grandes aciertos. La cámara encuentra belleza tanto en los cuerpos en movimiento como en el paisaje árido y cambiante que los rodea. El contraste entre el entorno inhóspito y los detalles cuidadosamente intervenidos del campamento subraya la potencia transformadora del espacio: no se trata solo de sobrevivir, sino de habitar con empatía y responsabilidad. La presencia constante de naturaleza, arte y grandes intervenciones tecnológicas hacen que el documental tenga una identidad propia, también explorativa, y que se va autodescubriendo.

Flamingo Camp no plantea respuestas definitivas. Su valor está en mostrar que incluso en los márgenes más abandonados pueden surgir gestos de cuidado y formas de pertenencia. Porque crear un hogar no siempre depende del lugar, sino de las personas que lo construyen.

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